Podemos definir realidad como “lo que existe” o lo que es real. Podemos asumir que existe un componente invisible, o imperceptible por los sentidos, dentro de lo que es real, al cual pertenecen las emociones, los sentimientos, los pensamientos, la mente, el espíritu, el amor, los sueños, lo digital, entre muchos otros fenómenos que sabemos de su existencia pero no los percibimos con los sentidos.
La materialización de la realidad viene dada por una dinámica donde primero sucede lo invisible y luego lo visible. La idea genera la forma. Pienso luego existo, concluyó René Descartes, quien justamente describió la glándula pineal como la unión entre el cuerpo y el espíritu.
La percepción de la realidad sucede en el componente invisible, a través de las emociones y los sentimientos generados por las experiencias diarias, que a su vez estimulan las reacciones que componen lo cotidiano de lo visible.
Lo digital, hecho posible a través de internet, por su naturaleza, forma parte del componente invisible, y es materializado a través de pantallas encendidas. Está en todas partes y nos presenta capacidades inimaginables por la mayoría de hace solo treinta años e inimaginadas por la mayoría actual con solo proyectar cinco años en el futuro.
Al suceder lo digital en el mismo espectro que los pensamientos su efectos impactan de manera inmediata sobre las condiciones que causan la reacción cerebral y posterior expresión de la experiencia, ingrediente esencial en la cocreación de la realidad.
Cocreamos la realidad a partir del metabolismo de las energías provenientes del aire que respiramos, los alimentos que ingerimos, las emociones que experimentamos y la energía vital circundante en el entorno.
Vivimos un proceso progresivo de traslado del epicentro de la fuente y la percepción de la realidad, desde las experiencias físicas a las experiencias digitales siendo cada vez más una condicionada por los resultados de la otra. Llegará el momento en que lo digital inunde nuestra percepción a tal punto que lo real quedará para los iniciados en la disciplina de experimentar el presente y discernir entre lo propio y lo ajeno. Mientras tanto, conquistemos las pantallas.
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